Una tarde de tormenta y agonía las cosas turbulentas se disputaban al interior de un consultorio psiquiátrico, en la ciudad de Bronquia, Lizzy atendía a un borrego que soñaba cosas extrañas.
En un día de terapia Lizzy le pregunto a su paciente el borrego Angustia: -cuéntame- ¿qué menesteres atañen tu insignificante y perenne vida?
Angustia atisbado por la pregunta respondió en el atibo de la impaciencia: "Semana sobre semana me he cuestionado cuál es la ganancia de mi negocio, si entre gastos y ventas no puedo vislumbrar el cambio del crecimiento y la cizaña". -Detente- dice la ingrata psiquiatra.
¿A dónde quieres llegar Angustia? si me cuentas la forma en que vislumbras tu acto no vamos a llegar a nada, mejor dime. ¿Qué actividades realizaste durante el periodo que te mantiene tan perturbado?
Mira Lizzy -responde Angustia- realice cinco operaciones en el periodo, la última fue una venta de mercancía que le hice a Don Camilo -el tuerto del puerto- quien ingenuamente me pago tres cientos cincuenta mil, que es el triple de lo que me costo la mercancía y lo mejor es que solo le vendí la mitad de lo que compré.
Osea, compraste mercancía al principio de tu actividad -interrumpe Lizzy-. No, responde Angustia esa fue la segunda operación; la primera fue el pago de la luz que entre cinco mil y tres mil terminé pagando el doble de la diferencia más impuesto. ¿Cómo pagaste? -cuestiona Lizzy-.
¡Bueno! -responde Angustia- pues resulta que tengo una cuenta de banco con cinco millones que herede de mi familia, además de un automóvil que costo $185,000; que aún le debo al acreedor.
Interesante suceso, tu forma de robar -comenta Lizzy- pero dime ¿que más has hecho?, pues antes de la venta le preste dinero al imbécil de mi cuñado. ¿Cómo se llama tu cuñado? -pregunta Lizzy-; Foforo responde Angustia.
¿En verdad tu cuñado se llama Foforo?.
En realidad se llama Telesfro pero le decimos Foforo. Bueno, eso es irrelevante -dice Lizzy-, mejor dime: ¿Cuánto dinero le prestaste?. pues, mmmmmmmmmmmm; no lo se. Solo recuerdo que cuando comenzó el periodo yo tenía en la caja siete mil pesos y hace dos días conté mil ocho cientos en la misma. ¿Habrás pagado otra cosa? -cuestiona Lizzy-.
Pues NO!, dice Angustia. Solo he pagado un par de computadoras pero lo hice con cargo a la tarjeta de la empresa. ¿Un par?. Bueno cinco en realidad -responde Angustia-; pero, cómo no iba a comprarlas si cada una costaba cinco mil ocho cientos -más impuestos, ¡claro!-. ¿Tu que hubieras hecho?
Se ha acabado el tiempo -dice Lizzy-.
¡Cómo!, ¿qué va a pasar con mi problema?.
¡Calmate Angustia!. Comentaba Lizzy, quien se había percatado que el ambiente de la sesión se tornaba violento, permítete analizar tu caso. Te prometo que mandaré tu problema a un grupo de enferm.... digo de especialistas en la materia que te pueden ayudar, pero, además de tu utilidad requieres otra cosa. Si -responde Angustia-, el importe de la sumatoria de la columna deudor de la balanza de comprobac......; bueno, bueno ¡Ya! -contesta de forma enérgica Lizzy-. Es mejor que te vayas, si no quieres que te cobre una hora más. Ok, me largo -dice Angustia- pero la próxima sesión espero tener respuesta de mi situación.
Si, si si si si si si........¡MIERDA!, qué borrego tan más efusivo, ahora resulta que estos problemas le importan a alguien. ¡Como si fueran a ganar firmas!